El vino ha sido un fiel acompañante de la historia española durante milenios, remontándonos a 4000 años antes de Cristo. Este amor por el vino cruzó océanos y tierras desconocidas durante las expediciones de descubrimiento y la formación del Virreinato de la Nueva España. Desde el comienzo, el vino se convirtió en un recurso esencial para estas expediciones, más que una simple bebida, era un alimento, un medicamento y una fuente de renovación de energías.
Época Prehispánica (Antes de 1521)
Antes de la llegada de los españoles, los pueblos indígenas de México ya tenían una relación especial con la vid. Para los nahuas, la xocomécatl (la uva) era una planta con una fuerte carga espiritual y simbólica. Se consideraba una cuerda capaz de enredarse en otros árboles, y sus racimos frutales eran sabrosos al paladar. La forma en que los vástagos de la parra se enredaban recordaba el árbol florido de Tamoanchan, que sostenía el centro del universo según la antigua religión nahua. Este árbol florido era fundamental en la cosmovisión indígena, como lo expresa el poema:
“Como una turquesa por cuatro veces
Nos hace girar cuatro veces en Tamoanchan,
Tamoanchan que es la casa del dador de vida.”
La vid crecía de manera silvestre entre otros árboles frutales, sin necesidad de cuidados humanos, similar a cómo las calabazas crecen en la milpa. Rara vez se podaba, por lo que se le llamaba ayatlatectilli xocomecatl, parra nunca podada o cortada. Al escobajo se le denominaba xocomecaquauitl, y a los sarmientos o pámpanos xocomecamaitl. Cuando estos se transformaban en racimos, se les llamaba xocomecamatlaaquillo. Los frutos eran de sabor áspero, algunas veces de apariencia tinta y muchas otras verdes y amarillentas. Maduraban al terminar la temporada de lluvias, cuando la xempoazuchitl florecía y los cerros se llenaban de flores amarillas de aroma intenso.
Época Novohispana (1521 - 1700)
La historia del vino a nivel mundial comienza en la región del Cáucaso alrededor del 8000 a.C., y la viticultura se extendió a través de Europa gracias a los fenicios alrededor del 2000 a.C. En México, sin embargo, la viticultura se inicia con la llegada de los españoles en el siglo XVI.
Introducción del Vino en la Nueva España
En 1521, con la conquista de Tenochtitlán, comenzó la colonización española de México, conocida entonces como la Nueva España. En 1524, Hernando Cortés, el ilustre conquistador, promulgó las Ordenanzas de Buen Gobierno para la Nueva España, un conjunto de reglas que precisaban el cultivo de la vid en la región. Cada vecino tenía la responsabilidad de plantar mil sarmientos de vid al año por cada cien indios bajo su encomienda. Estas vides debían ser atendidas con esmero y producir frutos de alta calidad. Esta normativa no solo promovía la evangelización y la autosuficiencia de las colonias, sino que también adelantaba en más de tres siglos la práctica europea de injertar Vitis vinifera en cepas silvestres.
El cultivo de la vid se expandió rápidamente en la Nueva España, llegando a regiones como Puebla, Michoacán, Guanajuato, Querétaro y Oaxaca. También se extendió hacia el norte, en provincias como Nueva Galicia, Nueva Vizcaya, Nueva Extremadura y California.
El vino era tan vital que, durante el gobierno de Cortés, se importaban dieciséis barcos cargados con vinos de Jérez y licores desde Cádiz cada año, además de cincuenta navíos llenos de vino que llegaban a la Villa Rica de la Veracruz.
Expansión y Prohibición
En 1593, las vides comenzaron a dar frutos notables, y el capitán Francisco de Urdiñola fundó la primera bodega comercial del país, "Marqués de Aguayo", ubicada en Parras. Sin embargo, al igual que las vides, la industria vinícola en la Nueva España se vio azotada por una terrible plaga, posiblemente la filoxera, aunque aún desconocida. En 1595, Felipe II, presionado por los productores españoles, prohibió plantar cepas en todo el Nuevo Mundo y ordenó la destrucción de los viñedos existentes. Afortunadamente, los misioneros lograron mantener sus plantaciones con fines religiosos. En 1557, Felipe II donó tierras y autorizó la plantación de vides en Santa María de las Parras, motivado por el descubrimiento de vides silvestres.
En 1604, el Obispo de Nueva Galicia visitó Parras y elogió el potencial de la región para la vitivinicultura. El crecimiento real de la industria vinícola mexicana comenzó más de un siglo después.
Primero gracias al misionero jesuita Juan de Ugarte, a quien se atribuye la plantación de la primera viña de Baja California en 1717. Sin embargo, no fue hasta 1767 que los jesuitas comenzaron a cultivar viñedos en la península de California. Fray Junípero Serra, quien plantó la primera vid en la misión de San Diego, desempeñó un papel esencial en esta expansión.
A pesar del florecimiento inicial, la corona española, presionada por los productores de vino en España, emitió en 1595 una prohibición que impedía la plantación de nuevas vides en el Nuevo Mundo para proteger su mercado. Esta medida, sin embargo, no detuvo completamente la producción de vino en México. Los viñedos existentes, especialmente aquellos regentados por la iglesia, continuaron operando bajo permisos especiales para producir vino sacramental.
Siglo XVIII: Expansión y Restricciones (1700 - 1800)
El siglo XVIII fue testigo de una expansión limitada de la viticultura en México. En 1717, el misionero jesuita Juan de Ugarte plantó la primera viña en Baja California. Los jesuitas continuaron expandiendo la viticultura en la región hasta su expulsión en 1767, que puso fin temporalmente a su influencia directa en la producción vinícola.
Producción en el Norte
La región de Parras de la Fuente se consolidó como un centro vitivinícola importante durante esta época. La Hacienda de San Lorenzo producía grandes cantidades de vino y brandy que se distribuían por todo México. Sin embargo, las restricciones y prohibiciones impuestas por la corona española limitaban la expansión significativa de la industria vinícola.
En 1774, se prohibió la importación de vinos y aguardientes de Chile y Perú, lo que permitió a los productores locales enfocarse en la producción interna. A pesar de estas prohibiciones, la producción de vino en México persistió, especialmente en regiones más alejadas del centro del poder colonial.
Siglo XIX: Independencia y Resurgimiento (1800 - 1900)
La independencia de México en 1821 marcó el fin de las restricciones coloniales y permitió un resurgimiento de la viticultura. Don Miguel Hidalgo y Costilla, conocido como el Padre de la Patria, fomentó el cultivo de viñedos en Dolores antes de la lucha insurgente de 1810, en un acto de resistencia y autoabastecimiento.
Estímulo a la Industria Vitivinícola
Tras la independencia, el gobierno mexicano implementó medidas para estimular la industria vitivinícola. En 1822, se gravaron fuertemente los vinos importados y se eliminaron los impuestos para los cultivos nacionales, incentivando la producción local. Esta política llevó a la creación de grandes plantaciones en el centro y norte del país.
En 1834, se fundó la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe en el norte, que se unió al Camino Real de las Californias, una serie de misiones que también fomentaban la viticultura. A mediados del siglo XIX, Parras de la Fuente seguía siendo un centro vitivinícola crucial, con producción significativa de vinos y aguardientes que se distribuían en todo México.
Avance Tecnológico y Plagas
Durante el último tercio del siglo XIX, la viticultura mexicana experimentó un avance notable. Familias prominentes, como los Madero en Parras, invirtieron en tecnología moderna y variedades de uvas europeas. En 1886, solo el municipio de Parras producía millón y medio de litros de vino.
Sin embargo, este progreso no estuvo exento de desafíos. La introducción de variedades europeas también trajo consigo la filoxera, una plaga devastadora que afectó gravemente los viñedos mexicanos. Los productores que tenían los recursos financieros, como los Madero, pudieron invertir en técnicas de injerto y superar la crisis, pero muchos otros productores pequeños no tuvieron la misma suerte y desaparecieron.
Siglo XX: Modernización y Desafíos (1900 - 2000)
El siglo XX fue una época de modernización y nuevos desafíos para la viticultura mexicana. En 1906, la llegada de una comunidad rusa a Baja California impulsó la plantación de viñedos en la Colonia de Guadalupe, introduciendo nuevas técnicas y variedades.
Periodo Post-Revolucionario
Durante la Revolución Mexicana, la industria vinícola sufrió debido a la inestabilidad política y económica. Sin embargo, a partir de 1939, con el desarrollo de la industria vitivinícola en Saltillo y otras regiones, la uva comenzó a recuperar su importancia. Este periodo vio la consolidación de grandes viñedos y bodegas, lo que permitió el crecimiento en cantidad y calidad del vino mexicano.
En las décadas de 1970 y 1980, el gobierno mexicano implementó programas para fomentar la industria, importando variedades europeas y modernizando las bodegas. En 1973, se creó el Programa Nacional Vitivinícola, marcando el inicio de un auge en la producción de vino en México. Para 1986, el cultivo de vid en México alcanzó un récord con cerca de 613,000 toneladas.
Crisis y Resurgimiento
A finales de la década de 1980, la industria enfrentó una crisis debido al declive de la demanda de uvas para brandy y vino. Sin embargo, la llegada de empresas internacionales y enólogos extranjeros a partir de los años 90 revitalizó la viticultura mexicana. La crisis económica de 1994 fue devastadora para la industria, y varias bodegas tuvieron que cerrar, pero esto también abrió oportunidades para una reestructuración y modernización del sector.
Nuevo Milenio
Pero como el vino mismo, la industria vitivinícola en México evoluciona con el tiempo. A partir del año 2000, la región de Valle de Guadalupe en Baja California comenzó a florecer con diversas vinícolas, Se están desarrollando nuevas regiones como Arteaga en Coahuila. significativamente. México comenzó a destacar en competencias internacionales, consolidando su posición en el mapa vinícola global.
En 2018, gracias al trabajo del Consejo Mexicano Vitivinícola (CMV), se promulgó oficialmente la Ley de Fomento a la Industria Vitivinícola, estableciendo políticas públicas para impulsar el desarrollo económico del sector.
La historia del vino en México es un viaje a través del tiempo, marcado por desafíos y triunfos, que ha llevado a la industria a ser reconocida y respetada en el ámbito internacional, dejando un legado de sabores y tradiciones arraigadas en la cultura mexicana.
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